Ourense es la única provincia gallega que no tiene costa marítima. Desde la Prehistoria, son muchos los restos arqueológicos que prueban la presencia del hombre en el territorio gallego. Los primeros testimonios de ocupación humana corresponden al paleolítico, con muestras representativas de yacimientos como A Piteira, As Eiroás, o A Regata. También los ajuares procedentes de las excavaciones de necrópolis megalíticas como las del Valle del Salas, Monte Albán, Mugueimes, Molinos, Outeiro de Cavaladre y diversas hachas dispersas de la misma etapa cultural. En lo que respeta a la evolución y al empleo de los metales podemos ver el “depósito” del Roufeiro, las cerámicas de Calvos de Randín y Veiga dos Mouros, la espada de Forcas (Tucela) y los ajuares de la necrópolis de la Pedrosa (Cualedro). Después las series de hachas de diferentes tipologías del Bronce Final, la espada de Mouruás (San Xoán de Río), algunos hallazgos realizados en cuevas del oeste de la provincia y algunas muestras del arte rupestre recuperado -Mourisco (Paderne) y Abeleda (Chantada-Lugo)-, fragmentos de bloques de grandes composiciones geométricas y, como pieza de mayor interés, la estela-menhir de Vilar de Santos. Todo ello conservado en el Museo Aqueológico de Orense, donde también se conservan piezas importantes de la etapa siguiente, la castreña.

  La etapa castreña se desarrolló aproximadamente entre el año 700 y el año 1 de nuestra era. Los estudios concluyen la probable procedencia céltica de los pueblos recién llegados, que trajeron nuevas especies de ganado y cereal. Estos pueblos fueron también denominados sefes o saefes y se cree que provienen de élites guerreras, nobles y líderes con cierta estratificación social. Aparecen en este momento los castros; recintos fortificados de forma circular de caracter claramente defensivo por sus muros concéntricos, su habitual foso y su ubicación casi siempre en puntos estratégicos de gran visibilidad. La economía se basaba en la agricultura, la ganadería y el pastoreo. Destacan en la provincia el Castro de Oira, de San Tomé y de Valdegola, así como el asentamiento originario en las proximidades de As Burgas, las fuentes de agua termal en torno a las cuales se conformó la ciudad romana que hoy conocemos como Ourense.

  El primer asentamiento permanente en lo que conocemos como ciudad de Ourense es de época romana. Las explicaciones de porque escogieron este lugar para ubicarse son múltiples: las Burgas, o la atracción que ejercían para el pueblo conquistador las aguas termales; que fuese paso natural de vías de comunicación, en concreto un ramal de la vía XVIII de Antonino que enlazaba Braga con Astorga; o las condiciones naturales para la construcción de un puente. Probablemente fuera una mezcla de todas ellas. En cuanto al origen del nombre de la ciudad, la teoría más aceptada es la que recoge el Pariochale Suevum, del siglo VI, en el que se denomina a la ciudad con el adjetivo "Auriense", por la abundancia de oro que existía en la zona (sobretodo en el río Miño), algo que convirtió a este núcleo urbano en uno de los más importantes de la Hispania romana. Después de la dominación romana, Orense siguió siendo una ciudad importante debido al puente sobre el río Miño, cuyos pilares todavía son romanos y que ha sido reconstruido múltiples veces a los largo de la historia. Esta situación estratégica hicieron de la ciudad un importante núcleo comercial.